El Padre Provincial, Carlos Eduardo Correa Jaramillo, S.J., nos invita como cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús en Colombia a “mantenernos firmes y persistentes en buscar lo mejor para todos, en realizar nuestra labor apostólica con los ojos y el corazón puesto en las víctimas de la violencia y de la exclusión, buscando aliviar su sufrimiento y luchando por alcanzar una sociedad donde se les garantice la inclusión y las condiciones de vida dignas como seres humanos.”
En la carta a los Romanos San Pablo nos propone con cariño y profundidad: “No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence el mal a fuerza de hacer el bien” (12, 21). Los invito para que estas palabras resuenen de nuevo en nuestra mente y en nuestro corazón, de tal manera que nos ayuden a vivir en forma evangélica en medio de un país en donde se siguen dando divisiones y polarizaciones que terminan promoviendo la lógica del “ojo por ojo y diente por diente”.
Para nosotros, los creyentes en Jesucristo, su vida, sus palabras y su manera de entablar relaciones con los demás, se convierten en el modo de proceder que nos permite asumir en serio la búsqueda de la reconciliación y la paz en nuestra querida Colombia. Así como Jesús, también nosotros nos sentimos llamados a pasar por este mundo haciendo el bien; y lo hacemos sin quedarnos “amarrados” en las actitudes y formas de proceder de las demás personas, sean amorosas o no, sino con el maravilloso deseo de manifestar a todo el mundo el incondicional amor de Dios que, con su acción creadora, salvadora y vivificadora, asume compasiva y misericordiosamente a todo ser humano, simplemente por ser humano.
Esta hermosa perspectiva evangélica nos permite tomar una decisión fundamental para todas nuestras actuaciones: que pase lo que pase no renunciaremos a producir vida plena y abundante a nuestro alrededor; que en medio de las críticas, de las injurias y de las calumnias, nunca optaremos por desquitarnos o por responder con la misma lógica; que a pesar de que en las redes sociales se nos hagan montajes mentirosos y se pongan afirmaciones falsas, nosotros siempre seremos transparentes para proceder con la verdad y para buscar honestamente lo que convenga más para promover la dignidad de todas las personas y para fomentar la búsqueda del bien común.
A pesar de las posibles persecuciones que surjan como consecuencia de llevar adelante nuestra misión de reconciliación y justicia, no debemos desanimarnos ni optar por renunciar a lo que en conciencia reconocemos como la Voluntad de Dios en nuestro servicio; antes, por el contrario, debemos mantenernos firmes y persistentes en buscar lo mejor para todos, en realizar nuestra labor apostólica con los ojos y el corazón puesto en las víctimas de la violencia y de la exclusión, buscando aliviar su sufrimiento y luchando por alcanzar una sociedad donde se les garantice la inclusión y las condiciones de vida dignas como seres humanos.
Vencer el mal a fuerza de hacer el bien es una gracia que cada día debemos pedir a Dios. Unidos a Él tendremos la capacidad de manifestar al mundo que es el amor lo que realmente transforma todo. De esta manera, nuestro testimonio de vida será el que vaya calando en el corazón de los otros para que también se sientan invitados a vivir a la manera de Jesús, buscando hacer el bien en toda circunstancia y generando procesos de crecimiento humano en la perspectiva de la bondad, de la entrega, de la solidaridad y de la construcción de vida en común.
Pidámosle al Señor que mueva nuestros corazones desde esta hermosa propuesta evangélica, para que podamos contribuir en la transformación de una forma de proceder que amenaza las relaciones entre las personas y alcancemos una manera de actuar que favorezca la fraternidad entre todos.