Fue la tarde del viernes, esa en la que pusimos un píe en el mundial de Brasil 2014. Sin embargo, aunque era un partido muy importante para la selección de fútbol y la mayoría del país se disponía a disfrutar del encuentro, en el corregimiento El Tambor, Municipio de Vijes (Valle del Cauca – Colombia), un grupo de 12 mujeres campesinas, acompañadas de un niño, llegaron puntualmente a la vivienda de doña Magola y tomaron un lugar dispuesto previamente de manera ordenada como las fichas en un tablero de ajedrez.
Se trataba de la reunión de su Grupo Autogestionario de Ahorro y Crédito Local, un encuentro que cada quince días vienen realizando a la misma hora y en el mismo lugar desde hace más de 5 meses. El grupo se denomina “Las Hormigas Ahorradoras”, lo han llamado de esa manera, porque reconocen que las hormigas son un ejemplo de solidaridad y trabajo en equipo.
Mi presencia no estaba estipulada en la agenda, así que Carmenza, una de las integrantes del grupo, les informó que se trataba de una visita de seguimiento; me invitaron a tomar asiento y la dinámica de la reunión dio inicio. En medio de las participantes y del niño, estaba dispuesta una mesa y sobre ésta una caja de madera sellada con tres candados; quien presidía la reunión, invitó a las portadoras de las llaves a abrir los candados. La caja se abrió y se extrajeron de ella, entre otros elementos, un par de tazas y bolsas de colores, una regla, lapiceros y unas libretas que se entregaban a cada asistente.
Luego en un corto conversatorio, se indagó sobre el valor existente en el fondo social y en el fondo de préstamos. Y es que el grupo de ahorro y crédito maneja un fondo social, el cual según me contaron, ha servido para ayudar a varias de las socias cuando se les han presentado calamidades de tipo familiar o personal. Doña Nora me comentó: “Quizá no solucionamos la dificultad en su totalidad, pero todas aportamos nuestro granito de arena en solidaridad con nuestra amiga y vecina”. En mi mente imaginaba las ventajas de un fondo de este tipo, si la banca o las entidades financieras lo aplicaran con sus clientes, y aportaran ese granito de arena, del cual me habló doña Nora.
Una vez se dio respuesta a los interrogantes, el dinero comenzó a circular; primero cada participante hacía su aporte al fondo social; luego se contó, se validó con la información de otra persona que tomaba atenta nota y al final se colocó en una de las bolsas. Posteriormente, inició la compra de las acciones, algo así como en la bolsa de Tokio o New York, pero aquí había un tope máximo (5 acciones) y uno mínimo (1 acción); garantizando que cada una de las mujeres y el niño tuvieran la oportunidad de ahorrar. Las personas aportaban el valor ahorrado en efectivo y se certificaba en la libreta de acciones del asociado. Así como en fondo social, se realizó el conteo del dinero y se validó con la información de las libretas y de la consignada por la persona que tomaba nota.
En seguida, las personas beneficiarias de los créditos, comenzaron a reintegrar el capital prestado y los intereses. Me sorprendí cuando el niño se levantó de su silla para devolver parte del capital prestado y los intereses; Carmenza me dijo: “Él es Nicolás, el niño del cual le había hablado, él ha solicitado varios préstamos para su negocio, en su finca cría pollos y el grupo de ahorro y crédito local es su apoyo”. Así que tú eres el pequeño empresario, me dirigí hacía él amablemente, ¿y cómo te va en el negocio?, le pregunté de inmediato; – “Muy bien señor, estoy muy contento porque tengo acceso a la plata para comprar y criar mis pollos, luego los vendo aquí en la vereda, devuelvo el préstamo y me queda una ganancia”, respondió con una sonrisa.
Una persona de la mesa principal preguntó: ¿alguien necesita algún crédito?, varias personas levantaron la mano, mencionaron el valor que solicitaban y la actividad en la cual invertirían el dinero. Aquí vislumbré concretamente que los grupos de ahorro y crédito local están contribuyendo, no solo en apoyar actividades productivas, sino también a favor del bienestar de las personas asociadas y sus familias. La asamblea de asociados aprobó los créditos y cada persona recibía el valor solicitado, el cual se anotaba en su libreta de asociado y luego se firmaba, asumiendo el compromiso y la responsabilidad con los demás asociados.
Finalmente, el dinero restante se contó, se validó con la información existente de la dinámica del grupo y se depósito en su respectiva bolsa. Al instante, el dinero, las libretas y los demás elementos se depositaron en la caja de madera y cada una de las mujeres custodias de las llaves, tomaron los candados y cerraron nuevamente la caja, la cual sólo se volverá a abrir hasta su próximo encuentro; cuando una vez más, a la hora y fecha acordada, este grupo de personas, sin importar si llueve, truene o juegue la selección Colombia de fútbol, se reunirán nuevamente para seguir demostrando que la economía solidaria ayuda y favorece el bienestar de todos y todas.
Redacción y Fotografía
Pedro Antonio Ojeda Pinta