Diciembre de 2018 ha marcado un hito para las comunidades campesinas de los corregimientos de Lomitas (Municipio de Pradera) y Monteloro (Municipio de Tuluá) en el Valle del Cauca. En estos territorios que fueron afectados históricamente por el conflicto armado, grupos de jóvenes rurales se encontraron para compartir experiencias en torno a sus proyectos y procesos que vienen dinamizando como un aporte a la construcción de paz. Un total de 172 personas de diferentes comunidades rurales se dieron cita para interactuar y promocionar sus productos y servicios; haciendo énfasis en temas claves como los emprendimientos productivos basados en la economía solidaria, la producción agroecológica, la experiencia de los grupos autogestionados de ahorro y crédito, la gestión comunitaria del agua, así como la recuperación de recetas propias de la cocina tradicional campesina.
Más de 80 jóvenes fueron los protagonistas de unas jornadas llenas de color, biodiversidad, sabor y cultura campesina. A los sitios de encuentro llegaron en “chiva”, el típico medio de transporte en estos territorios rurales; algunos en motocicleta y otros caminando, al final el medio de transporte fue lo de menos, pues su gran energía y ese carisma que le impregnan a lo que hacen, demostró que la juventud rural es sin lugar a dudas un sujeto constructor de paz, pues sus experiencias, historias y sueños van marcando el rumbo de un campo distinto y así quedo ratificado en las ferias juveniles campesinas. Esta actividad hace parte del proyecto “Emprendimientos Juveniles Rurales, Nuevas Identidades y Paz Territorial”, financiado por la Unión Europea y ejecutado por tres centros sociales de la Compañía de Jesús: Instituto Mayor Campesino – IMCA, Centro de Investigación y Educación Popular – CINEP, y el Servicio Jesuita a Refugiados – JRS.
“Gracias a la Unión Europea por hacer posible que el IMCA continúe fortaleciendo a la juventud rural, somos un grupo de personas dispuestas a contribuir en el mantenimiento de la cultura campesina. Nuestra responsabilidad es enorme, pues sobre nuestros hombros está el compromiso de ser recordada como la generación que no dejó morir los sueños del campo colombiano”, afirmó María Paula Ortiz, joven rural del Municipio de Pradera.
Estas ferias juveniles campesinas también generaron un escenario de encuentro con líderes y lideresas de organizaciones sociales, quienes reconocen el papel fundamental de la juventud y la importancia de seguir manteniendo una dinámica rural capaz de generar bienestar y buen vivir para quienes le apuestan quedarse en el campo. Asimismo fue un espacio para intercambiar con delegados de instituciones públicas, entre ellas las secretarias de agricultura y ambiente, la Corporación Autónoma Regional – CVC, Colpensiones a través del Programa BEPS, el Sena y el hospital.
En el marco de estas ferias, se hizo mucho énfasis en la promoción de la agroecología, no solo como una propuesta productiva, sino como una apuesta política y un modo de vida que respeta las relaciones con el entorno, con la casa común. Estos espacios de encuentro e intercambio fueron claves para destacar la importancia de las semillas nativas y fomentar el uso de una amplia variedad de productos subvalorados que pueden ser incorporados en la dieta alimenticia, tal es el caso de la cúrcuma, el yacón, la mafafa, el guandul, el chachafruto, el bore, la arracacha, el sagú, entre otros.
“Gracias al Instituto Mayor Campesino y a la Unión Europea por su apoyo a los jóvenes rurales. Sin duda este aporte resulta muy importante porque estimula en nosotros los jóvenes el arraigo y el amor por la tierra que nos vio nacer y crecer (…). Hoy parece que los jóvenes campesinos somos una especie en vía de extinción, pero este tipo de acciones nos llenan de mucha esperanza, pues se está demostrando que existen posibilidades para quedarnos en el campo y que a pesar de las dificultades que afrontamos, podemos hacer realidad nuestros planes de vida”, asevera Víctor Alfonso Duarte, joven rural integrante de la Asociación de Productores y Comercializadores de Monteloro (Municipio de Tuluá).
Redacción
Pedro Antonio Ojeda Pinta