EL IMCA CELEBRÓ 52 AÑOS DE FUNDACIÓN

El pasado 31 de julio de 2014, el Instituto Mayor Campesino – IMCA celebró 52 años de servicio a la región y al país en general. El cumpleaños número 52 del IMCA, también fue el marco para celebrar la fiesta de San Ignacio de Loyola y realizar la conmemoración de los 200 años de la restauración de la Compañía de Jesús. Asimismo, en el marco de estos eventos celebrativos, se brindó un espacio para compartir testimonios esperanzadores por parte de algunas víctimas del conflicto armado colombiano y hacer una mirada a los avances de los diálogos de paz que se realizan en La Habana. A continuación compartimos algunos de esos testimonios que motivan a continuar trabajando por la paz y la reconciliación.

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Llegar a un territorio ajeno a nuestro lugar de origen implicó enfrentar muchos retos, entre ellos, ganar la confianza de la comunidad a donde llegamos, pues nos juzgabas como “malas personas”. La comunidad no comprendía que nosotros, víctimas del desplazamiento, no éramos los causantes de la guerra. En el proceso de convivencia y reconciliación que iniciamos hace algunos años se ha llegado a convivir con quienes causaron el desplazamiento y que ahora son desmovilizados, incluso se han gestado lazos de amistad y cariño… “hoy en día, con quien nos desplazó, somos compadres, compartimos el comedor, vivimos casi en la misma casa y hasta puedo afirmar que lo quiero”, comentó Olga Marina Cabrera víctima del desplazamiento forzado.

Para Isaac Soto, quien por su liderazgo tuvo que hacer frente a muchos efectos que se generan en un escenario de conflicto armado, afirma con esa certeza que da la experiencia “que las soluciones de paz deben ser de tipo social y no de guerra; con esa premisa se logró convivir en un escenario muy complicado. Hoy en día se habla del postconflicto, un tema muy clave, en este nuevo escenario se debe seguir trabajando por acciones de tipo social que ayuden a disminuir la inequidad que existe en nuestro país. Seguimos con el sueño de continuar aportando al desarrollo social. Nuestro esfuerzo ha sido siempre el de trabajar por el respeto de la sociedad civil en el marco de un contexto de guerra. Partimos de la siguiente premisa, sí uno tiene paz interior, puede ofrecer paz a los demás”.

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“Desde mi condición de mujer que ha sufrido el impacto negativo de la guerra, sufrimos la pérdida de nuestro arraigo, hijos y esposos… además, las mujeres tuvimos que hacer frente a estas situaciones adversas, muchas veces desconociendo lo que la guerra y el desplazamiento ocasionaba. Para muchas de nosotras era novedoso llegar a visitar una alcaldía, sentir las ganas de capacitarse para ayudar a las demás, con el sentimiento de ayudarnos a nosotras mismas, todo eso fue significando la posibilidad de unirnos y entender en parte el conflicto y vislumbrar que la ignorancia implica estar a merced de muchas situaciones y algunas veces de muchos malintencionados. La guerra nos tocó de diferente manera a las mujeres; de nuestras reuniones nos dimos cuenta que la violencia nos había acompañado desde niñas y nos preguntábamos qué habría pasado con esas mujeres que sufrieron el inicio del conflicto en Colombia. Las lágrimas que hoy derramo son muy diferentes a las que brotaron de mí hace algunos años, con muchas de las mujeres con quienes compartimos tales situaciones realizamos un ejercicio de auto-duelo y comenzamos a hablar del conflicto armado, de víctimas y entablamos en el Municipio de Restrepo un Colectivo de Mujeres; todo este proceso nos ha costado muchos sacrificios y pérdidas, incluso la muerte de una gran líder que nos acompañó en este caminar. La situación incluso nos ha llevado a defender con vehemencia la dignidad que como seres humanos tenemos, los desplazados no somos una especie diferente, y por eso trabajamos arduamente por mejorar como seres humanos y contribuir para que otras personas mejoren. El trabajo y proceso que he desarrollado de manera esperanzadora me va permitiendo ganar el respeto de los demás y me brinda el gusto de saber que las mujeres tenemos la posibilidad de aportar al cambio que se necesita en nuestra sociedad”; asevera Martha Bedoya, víctima del desplazamiento forzado, ahora monitora local del IMCA en el Municipio de Restrepo.

Erminsu David, director del IMCA planteó para todos los asistentes una pregunta y a la vez un reto ¿Qué le aportamos a la paz?… “Tenemos mucho que aportarle, está nuestro esfuerzo y las ganas de salir adelante, como lo hicieron estas personas que acabamos de escuchar y que seguramente como ellas hay muchísimas más. A todo esto se suma la experiencia individual y colectiva, la que vivimos en nuestras familias, en nuestra organización y trabajando articuladamente con otras instituciones que aportan a superar los retos que tenemos que enfrentar”.

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Por su parte el padre Alfredo Ferro S.J., coordinador del proyecto panamazónico de la Compañía de Jesús, realizó una reflexión con relación a dos puntos, el primero el postconflicto y el segundo la experiencia de la Asamblea de la Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús. Con respecto al primero mencionó que la construcción del postconflicto implica identificar qué hacer en el marco de un nuevo proceso que reconozca las causas objetivas y subjetivas de ese conflicto, que no se auto-engañe con la idea de la derrota del enemigo y que se abran las posibilidades de solución de un proyecto de vida. En ese sentido, compartió algunos elementos claves que se pudieron conocer en el marco de la Asamblea de la Provincia y que pueden ser una herramienta para vivir el postconflicto: 1. El diálogo de paz tiene un método definido por las partes, es realista y concreto; 2. Tenemos una oportunidad única que si se pierde generará una incertidumbre total; ahora existe la oportunidad de cambiar ciertas condiciones, hay esperanza; 3. Tema de los territorios, como el lugar y centro de la implementación de las medidas y acuerdos (lo que se denomina paz territorial), construidos por la gente, incluso repensando la estructura del Estado; 4. Participación ciudadana, implica el fortalecimiento de la democracia, una participación con confianza, el acompañamiento de la comunidad internacional; 5. Paz con justicia, acceso a derechos con unos privilegiados, que sin duda alguna serán las víctimas, buscando su reparación; y 6. Reconciliación, y basados en lo que promulga la Compañía de Jesús, una reconciliación entre nosotros, con Dios y con la creación.

Para Alfredo Ferro S.J. “todo esto implica una construcción colectiva, la aceptación del otro y de las diferencias. Si no hay una transformación personal difícilmente vamos a reconciliarnos con los demás. Hay que ser realistas pero siendo consciente de la esperanza que ofrece un proceso de diálogo de paz entre los actores del conflicto”.

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Al final se realizó una celebración eucarística en agradecimiento por los motivos que permitieron encontrarse y dialogar, haciendo un reconocimiento que todos estos elementos son claves para el trabajo que viene desarrollando el IMCA, a través del cual se busca contribuir a la construcción de la paz, la consolidación de alternativas de vida y a la sostenibilidad, superando las contradicciones esenciales ubicadas en la base de los desafíos y problemas estructurales de la región y del país, exige buscar el mayor impacto y consistencia posible en los planes y proyectos, con resultados locales y regionales comprobables a corto, mediano y largo plazo.

Redacción y fotografía

Pedro Antonio Ojeda Pinta

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